Las casualidades no existen para los que creen en el destino, y de ahí que el día de hoy sea especial y sentido en la familia de Rocío Jurado y Ortega Cano. Hace cinco años moría, tras luchar contra un cáncer, la cantante. Fueron meses de agonía, de errores y viajes que nunca debieron realizarse. Rocío había combatido con médicos españoles un cáncer de páncreas. Una operación de más de diez horas a manos de los doctores Vicente y Quijano en el hospital Montepríncipe de Madrid la salvaron de un final que podía ser inmediato. La «más grande» superaba esa intervención y aconsejada por alguien fue a darse el tratamiento de quimioterapia a Houston. Sus viajes a la clínica Anderson fueron seguidos cual «reality» por la prensa rosa. Rocío se iba —«a mis revisiones», solía decir— y regresaba para estar con los suyos. En uno de sus periplos a Rocío la llevaron de nuevo a quirófano, algo que los médicos españoles desaconsejaron en todo momento. Y ahí empezaron más problemas. Durante esos meses en Houston hubo dos ocasiones en las que su familia y los médicos pensaron que la perdían. Momentos cruciales y terribles para todos, especialmente para la artista, que soñaba con volver a España. A su lado siempre tuvo a su esposo, José Ortega Cano, con quien había tenido sus más y sus menos antes de la enfermedad, pero quien se portó como un señor y un marido entregado desde que Rocío enfermó.
Juntos volvieron a Madrid en un avión de Francisco Hernando, «El Pocero», que el hospital Montepríncipe medicalizó para ingresar directamente en el hospital, de donde salió a pie y dando las gracias a todos. Fue la última vez que se la vio sonreír. Después llegaron las peores semanas en su casa de La Moraleja, con la enfermedad imparable, y recurriendo hasta a «milagreros» para ver si le salvaban la vida. Pero el mal ya estaba hecho y Rocío murió un 1 de junio, hace exactamente cinco años, en su cama, con su familia alrededor, y toda la prensa a pie de calle retransmitiendo ese final.
Desde entonces todos los días 1 de junio su viudo no ha faltado al cementerio de Chipiona, donde reposan sus restos mortales. Ortega Cano solía acudir con un corazón de rosas blancas que depositaba en su tumba para rezar al gran amor de su vida. Hoy no podrá estar. Ha querido el destino que a estas horas luche por salvar su vida desde una camilla de la UCI del hospital Virgen Macarena, donde permanece tras sufrir un accidente de tráfico que ya se ha llevado la vida de un hombre. Ayer hubo momentos de máxima tensión cuando descubrieron unos hematomas en la cabeza. Al diestro le realizaron un TAC, y la familia se quedó más tranquila tras saber que sólo eran contusiones. El peligro sigue, la gravedad no ha cesado pero las horas cuentan para dar esperanza. Cinco años sin Rocío y un viudo cuya vida pende de un hilo. Durante estos años el torero no ha superado la muerte de su mujer. De seguir vivo dudo que supere la muerte del otro conductor, padre de familia, que falleció por su culpa al salirse su coche de una curva.
Fuente: abc.es
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