Ambos se marchan con la sensación del deber cumplido. Ya no hay nadie que hable de la high Mallorca sin referirse a las fiestas de postín de Cristina Macaya, los extintos posados de Ana Obregón o las regatas de la Copa del Rey en verano. Don Juan Carlos se ha encargado personalmente de que el príncipe Felipe le releve y se haya impregnado de la afición paterna, que es, más que un simple hobbie, una cuestión casi de Estado para Mallorca y España.
Por eso, él es heredero a todos los efectos. Y como hiciera su padre está llamado a fidelizar a aficionados, turistas y medios de comunicación, que ya marcan en la agenda la tradicional salida familiar de los príncipes al concierto de Jaume Anglada. Aunque las tradiciones ya no tienen el mismo calado con Felipe y Letizia.
Así como la Reina siempre ha deseado que llegase la temporada de asueto estival para perderse por los mercadillos de la ciudad con su hermana Irene, don Felipe tiene un serio incoveniente con Letizia que no soporta nada el clima mediterráneo y prefiere el norte, su Ribadesella. Para ella pasar el verano en Son Vent, su residencia oficial ubicada en el mismo recinto de Marivent, es una carga laboral.
Aunque su marido está intentado que las infantas Leonor y Sofía se inicien en la práctica de la vela, las nietas reales inexplicablemente no han acudido a la escuela en la que sus primos han recibido clases los dos últimos veranos. Por esto, y su adiós a las regatas, Su Majestad está triste, aunque sepa que Cusí, que además de armador ha sido compañero de penas, alegrías y escándalos marítimos, siempre estará a su lado. Y de su lado, porque ya nada volverá a ser como antes.
Fuente: vanitatis.com
Hasta la próxima...!*
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