Cuando esa noche estuvo preparada, con la misma ropa que uso esa tarde para ir a comer a casa de Sergio, las chicas la avisaron. Una vez abajo reunida con ellas se dieron un abrazo grupal, se querían muchísimo y la amistad había surgido como las setas, rápidamente. Eran un grupo de lo más dispar, cada una tenía un encanto que hacía única esa amistad, y allí estaba una vez más para pasarlo bien.
Y tanto que lo pasaban bien, siempre había risas, frases épicas y momentos que recordar entre ellas, les encantaba hablar de sexo, hombres, películas y música. Lo mejor de todo fue cuando todas acordaron en quedar al día siguiente para cenar y llevar a los “marios”, para sacarlos a pasear, que también se lo merecían.
A las cuatro de la mañana, Candela entraba en su casa y le mandaba un mensaje a Sergio.
<< Acabo de llegar, siento despertarte. Mañana a las 14:00h en mi casa. Te quiero. Besitos.
>> Estaba esperando tu mensaje. Ya me cuentas como te lo has pasado. Allí estaré. Te quiero. Besos.
Candela reía al ver a Sergio impotente delante de su padre, que en realidad estaba haciéndose el duro, pero eso solo lo sabía ella. Sergio trago dificultosamente nada más ver al padre de Candela con una ceja levantada, ambos hombres sabían que la diferencia de edad era un factor que jugaba en su contra.
- Yo te comprendo muchacho-. Dijo Juan.- A mi me paso lo mismo con su madre, nosotros nos llevamos ocho años, pero trece años… Lo veo un poco abusar ¿no?-. Miro a Sergio intimidatoriamente y cuando vio la cara de horror en el rostro del muchacho no pudo aguantar más la risa.- Cuida a mi Candela-. Le dio un golpe en la espalda.
- No dude de ello, la cuidaré siempre-. Cogió la mano de Candela y le dio un beso.
La comida fue un verdadero éxito y después de la broma inicial, todo fue como la seda. La diferencia de edad preocupaba a Lydia y Juan, pero su hija era una chica lista, sabría cuidarse si algo saliera mal. El último día de Fiestas llego y con ello la cena con las “xoxolove’S” y sus parejas. Todos congeniaron con Sergio enseguida y pronto estuvieron envueltos en una de sus locas conversaciones.
- ¿Sergio?-. Una voz masculina llego a los oídos de Sergio.
- Fernando, disculpad-. Se levanto.- Cuanto tiempo, ¿qué tal te trata la vida?
- Muy bien, estoy trabajando de periodista. Cubriendo la última noche de las Fiestas, ¿te puedo hacer unas preguntas y una foto para el periódico?-. Pregunto Fernando sin rodeos y rieron juntos.
- Estoy cenando con unos amigos y con mi pareja, pero claro. Candela, cariño ven-. Miro en dirección a la mesa y la cogió por la cintura cuando llego a su lado.- Te presento a Fernando, somos amigos desde hace algunos años. Nos quiere hacer una foto-. Declaro Sergio.
- Encantada, soy Candela-. Se estrecharon las manos y después Fernando saco algunas fotos.
Después de hacerle algunas preguntas a ambos se despidieron de Fernando y terminaron de cenar, Candela estaba adorable, pensaba Sergio y la volvió a mirar. Hoy llevaba el pelo rizado, un vestido negro, unos altísimos zapatos de tacón rosa flúor, un collar y una cartera de mano la completaban. Volvió a mirar los tacones, le daban vértigo de lo alto que eran, pero Candela parecía que iba descalza y caminaba grácilmente. Pero lo que más le gustaba a Sergio y hacía más guapa a Candela era su sonrisa y sus ojos, que llegaban sin ponerse verdes mucho tiempo. Eso no solo alegraba a Sergio, si no a todos los reunidos esa noche. Incluso los que la conocían de menos tiempo se alegraban de ver a Candela con su gran sonrisa.
- ¡¿Candela?!-. Diez pares de ojos se volvieron a la voz, haber quien llamaba a Candela con tanta alegría antes de entrar en una caseta de la Feria.
- ¡Felipe!-. Se abrazaron fuertemente.- ¿Cómo estás?-. Se separo y le dio un beso.
- Estoy bien, ¿y tú?-. La miro y le dio una vuelta para verla al completo.- Estas muy guapa-. Le toco el pelo.
- Gracias-. Le cogió la mano.- Estoy con unos amigos.
- Te echo tanto de menos-. Felipe miraba las manos de Candela, aún cogidas de las suyas.- Tus bromas, las conversaciones que teníamos, los ratos juntos, todavía me cuesta…-. Felipe calló abruptamente.
- Yo también te echo de memos-. Le acaricio la mejilla para reconfortarlo.
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