Mi nombre es Catherine, aunque todos me conocen como ‘’La rosa del Norte’’, porque dicen que nací en Whitby, una ciudad costera que da al Mar del Norte. Este apodo me causa risa cada vez que lo escucho porque si la gente descubriera que mi verdadera patria es España más de uno se llevaría las manos a la cabeza. Me resulta raro que la mayoría de las personas no descubran mi verdadero origen, pues tengo el pelo negro, los ojos grandes y verdes de un gato y unos labios que siempre parecen rojos, vamos que no soy la ‘’típica’’ belleza inglesa.
Que acabará en Whitby es puramente circunstancial, mi padre huyó a Inglaterra con mi madre cuando yo era muy, muy pequeña, con el paso del tiempo y antes de morir me contaron el secreto de esa huida. Mi padre era un hombre importante en España, muy importante y siempre supuse que por envidias, desavenencias o en busca de un futuro más tranquilo se fue de allí. El caso es que tres meses después de mi diecisiete cumpleaños mis padres murieron en un accidente de coche, al principio no relacioné los hechos, es decir el una tercera persona y su muerte. Solo después de que me presentaran a mi nuevo tutor, comprendí la magnitud de todo.
El señor Peter era el mejor amigo de mi padre en Inglaterra y él había sido el que le había conseguido la casita en Whitby, el trabajo y todo lo necesario para empezar una nueva vida allí. Cuando digo todo lo necesario, quiero decir todo, desde nuevas identidades hasta un juguete para mí, y es que el señor Peter es el jefazo de la Secret Intelligence Service, aún recuerdo el fatídico día de la muerte de mis padres.
- Catherine-. El señor Peter se acerco a mí, su voz denotaba preocupación.
- ¿Ha ocurrido algo?-. Era muy raro que el señor Peter fuera a buscarme al instituto.
- Te tengo que llevar a mi casa.- Dijo empujándome levemente hacía el coche.
- Pero ¿y mi hermano?-. Pregunte asustada.
- Esta ya en el coche-. Me respondió y por fin me tranquilicé, aunque mi hermano solo era un año menor que yo aún lo protegía como si tuviera tres años.
- ¿Qué pasa Manuel?-. Dije a mi hermano una vez dentro del coche.
- ¡Shhh! Podrían oíros-. Recriminó el señor Peter.
- Lo siento señor-. Agache la cabeza y no hable durante el trayecto hasta su casa.
La casa del señor Peter era preciosa, tenía un amplio jardín con muchas flores, un gran salón y una agradable cocina, su hijo Robert, mi hermano Manuel y yo habíamos pasado muchas tardes metidos en ella haciendo galletas con su madre, la señora Grace.
- Señor Peter-. Pregunte al fin, sentada en el sofá.- ¿Le ha pasado algo a mi padre?-. Todo estaba resultado un poco raro, allí estaban Robert y la señora Grace, ambos me miraron.
- Haber como te lo digo-. Empezó a decir el señor Peter mientras caminaba de un lado a otro por el salón.
- Querido-. La señora Grace se acerco a él para calmarlo.- Si quieres puedo hacerlo yo-. Murmuro y casi no la escuche.
- No-. La voz del señor Peter sonó mucho más fuerte de lo normal.- Es mi deber-. Se volvió a acercar a mí y se sentó entre Manuel y yo.- Sí Catherine, tiene que ver con tu padre-. Trago ruidosamente, le costaba trabajo darme la noticia.- Han tenido un accidente de coche.
- ¿Han tenido?-. Repetí estúpidamente.
- Tu madre iba con él-. Cerró los ojos fuertemente.- Ambos han fallecido-. En ese momento miré a mi hermano y el mundo se me vino encima. ¿Qué iba hacer ahora sola, con mi hermano a cargo? El señor Peter intuyó el rumbo de mis pensamientos y me abrazo.- No tienes de que preocuparte Catherine, nosotros somos ahora tu familia y velaremos por vosotros.
- Gracias señor Peter-. Dije con la poca entereza que me quedaba.
Después de un intento de cena, la familia del señor Peter, mi hermano y yo nos volvimos a sentar en el salón, aún quería hablarme de más cosas. Yo me encontraba sentada entre mi hermano agarrándole la mano fuertemente y Robert, el hijo del señor Peter, abrazándome por los hombros.
- Catherine-. El señor Peter carraspeo.- Sabes las circunstancias que os trajeron a Inglaterra ¿verdad?
- Bueno, siempre he creído que venían por seguridad-. El señor Peter asintió.- El accidente fue provocado ¿no es así?-. En los ojos del señor Peter brilló algo que hasta algún tiempo después no supe que era.
Ese brillo en los ojos del señor Peter significó que tenía planes para mí, yo en ese momento no estaba para pensar en el futuro, fue Robert, su hijo y gran amigo mío desde niños quien me aclaró a los pocos meses de que se trataba. Robert era todo lo que una chica podía soñar, alto, fuerte, guapo, protector. Conmigo siempre fue muy protector, era tres años mayor que yo y para él era como una hermana, la hermana que nunca tuvo.
- Cathe-. Robert asomo la cabeza por la puerta de mi habitación.- ¿Puedo pasar?
- Adelante, está abierta-. Robert se echo a reír.
- Siempre está abierta Cathe-. Cierto, nunca me han gustado las puertas cerradas.- ¿Podemos hablar?
- Si, dime-. Le ofrecí asiento a mi lado.
- Mi padre quiere que trabajes en la MI6-. Me lo dijo así, sin anestesia ni nada. Mi cara debió ser un poema, porque me toco el brazo para hacerme volver.- ¿Me has oído?-. Asentí.
- Agente secreto ¿yo?-. Esto era una broma, típico de Robert.
- Sí-. Dijo con entusiasmo.- ¿Lo dudabas? Tienes a mi padre maravillado.
- ¿Yo?-. Ese día estaba rematada de lo estúpida. Pero solo tenía diecisiete años, intentar comprenderme.
- Claro, eres intuitiva, lógica, serías una buena agente. Tienes una memoria increíble, eres discreta, autodidacta, sabes desenvolverte en varios ambientes, tienes entereza, eres fuerte y…-. Robert se estaba apasionando en su discurso.
- Que me digas todas esas cosas no va a influir en que acepte la oferta de tu padre-. Sonreí con intención.
- Entonces ¿lo vas a pensar?-. La esperanza brillaba en los ojos azules de Robert.
- Lo pensaré, pero no te prometo nada-. Declaré finalmente.
- Serías unas de las mejores Carmen-. Mire fijamente a Robert.
- Señor Peter-. Pregunte al fin, sentada en el sofá.- ¿Le ha pasado algo a mi padre?-. Todo estaba resultado un poco raro, allí estaban Robert y la señora Grace, ambos me miraron.
- Haber como te lo digo-. Empezó a decir el señor Peter mientras caminaba de un lado a otro por el salón.
- Querido-. La señora Grace se acerco a él para calmarlo.- Si quieres puedo hacerlo yo-. Murmuro y casi no la escuche.
- No-. La voz del señor Peter sonó mucho más fuerte de lo normal.- Es mi deber-. Se volvió a acercar a mí y se sentó entre Manuel y yo.- Sí Catherine, tiene que ver con tu padre-. Trago ruidosamente, le costaba trabajo darme la noticia.- Han tenido un accidente de coche.
- ¿Han tenido?-. Repetí estúpidamente.
- Tu madre iba con él-. Cerró los ojos fuertemente.- Ambos han fallecido-. En ese momento miré a mi hermano y el mundo se me vino encima. ¿Qué iba hacer ahora sola, con mi hermano a cargo? El señor Peter intuyó el rumbo de mis pensamientos y me abrazo.- No tienes de que preocuparte Catherine, nosotros somos ahora tu familia y velaremos por vosotros.
- Gracias señor Peter-. Dije con la poca entereza que me quedaba.
Después de un intento de cena, la familia del señor Peter, mi hermano y yo nos volvimos a sentar en el salón, aún quería hablarme de más cosas. Yo me encontraba sentada entre mi hermano agarrándole la mano fuertemente y Robert, el hijo del señor Peter, abrazándome por los hombros.
- Catherine-. El señor Peter carraspeo.- Sabes las circunstancias que os trajeron a Inglaterra ¿verdad?
- Bueno, siempre he creído que venían por seguridad-. El señor Peter asintió.- El accidente fue provocado ¿no es así?-. En los ojos del señor Peter brilló algo que hasta algún tiempo después no supe que era.
Ese brillo en los ojos del señor Peter significó que tenía planes para mí, yo en ese momento no estaba para pensar en el futuro, fue Robert, su hijo y gran amigo mío desde niños quien me aclaró a los pocos meses de que se trataba. Robert era todo lo que una chica podía soñar, alto, fuerte, guapo, protector. Conmigo siempre fue muy protector, era tres años mayor que yo y para él era como una hermana, la hermana que nunca tuvo.
- Cathe-. Robert asomo la cabeza por la puerta de mi habitación.- ¿Puedo pasar?
- Adelante, está abierta-. Robert se echo a reír.
- Siempre está abierta Cathe-. Cierto, nunca me han gustado las puertas cerradas.- ¿Podemos hablar?
- Si, dime-. Le ofrecí asiento a mi lado.
- Mi padre quiere que trabajes en la MI6-. Me lo dijo así, sin anestesia ni nada. Mi cara debió ser un poema, porque me toco el brazo para hacerme volver.- ¿Me has oído?-. Asentí.
- Agente secreto ¿yo?-. Esto era una broma, típico de Robert.
- Sí-. Dijo con entusiasmo.- ¿Lo dudabas? Tienes a mi padre maravillado.
- ¿Yo?-. Ese día estaba rematada de lo estúpida. Pero solo tenía diecisiete años, intentar comprenderme.
- Claro, eres intuitiva, lógica, serías una buena agente. Tienes una memoria increíble, eres discreta, autodidacta, sabes desenvolverte en varios ambientes, tienes entereza, eres fuerte y…-. Robert se estaba apasionando en su discurso.
- Que me digas todas esas cosas no va a influir en que acepte la oferta de tu padre-. Sonreí con intención.
- Entonces ¿lo vas a pensar?-. La esperanza brillaba en los ojos azules de Robert.
- Lo pensaré, pero no te prometo nada-. Declaré finalmente.
- Serías unas de las mejores Carmen-. Mire fijamente a Robert.
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