4 de junio de 2014

Capítulo 2...

En efecto, no ha sido un error de la escritora, mi nombre de nacimiento es Carmen, pero rara vez era utilizado. Después de esa conversación con Robert hablé con el señor Peter y él me confirmo que había visto algo en mí, algo natural que no se aprendía y quería que terminara mis estudios y entrara en la Academia con Robert, aunque él iba a terminar mucho antes que yo. Una vez terminados mis estudios y graduarme con honores en la Academia entre a formar parte del equipo de investigación de Robert.

La verdad es que ser policía secreta no era mi aspiración en la vida, pero echando la vista atrás no me veo en otro sitio que no sea perseguir el mal. Los primeros casos fueron memeces, sin mayores dificultades que encontrar a los malhechores en sus escondites, pero nada que Robert y yo no pudiéramos solucionar con un par de días de investigación.

Era una mujer completamente independiente, le pagaba los estudios a mi hermano Manuel, pagaba mi casa y las facturas y llevaba una vida de lo más normal, para todo el mundo era Catherine, pero las persona a las que metía en la cárcel me empezaron a llamar ‘La rosa del Norte’ y eso me cubría aún más de secretos, cosa que en mi trabajo era de agradecer. El día de mi veinticinco cumpleaños el señor Peter me encargó la misión más importante, la misión que cambiaría mi vida para siempre.

- Cathe, Robert-. El señor Peter estaba sentado en su despacho, llevábamos un rato allí.- Tenéis una nueva misión.
- Usted dirá jefe-. Dije dando un sorbo al café.
- Vais a viajar a España-. Comento sin ambages.- Como matrimonio-. Robert y yo nos miramos.
- ¿Matrimonio?-. Pregunto Robert, su padre asintió.
- Es lo menos sospechoso tratándose de una pareja como vosotros-. Dijo echándose atrás en su sillón.- Allí vais a investigar a Gonzalo Rico.
- El asesino de mi padre-. Murmure asombrada y Robert me miro.
- El mismo-. Coincidió el señor Peter.- Sus negocios están llegando al país y según tengo entendido hay algo sucio en ellos, es un mandato de las altas instancias-. Termino de decir el señor Peter.
- ¿El Gobierno está detrás de esa petición?-. Pregunte sin más.
- No se para que me preocupo en mantener las identidades en secreto, siempre lo descubres-. Los tres rieron.- A principio de Diciembre estará todo preparado para que os valláis-. La seriedad apareció en su cara.
- Jefe, eso es dentro de dos semanas-. Lo mire confundida.
- Rápida como siempre Cathe-. Ese brillo de hace años volvió a parecer en sus ojos.
- ¿Qué voy a hacer con Manuel?-. Susurre.- No puedo separarme de mi hermano.
- Siempre pierdes los papeles con tu hermano Cathe, no razonas cuando se trata de él-. El señor Peter me miro, recriminándome el amor que sentía por mi hermano, el sufrimiento que padecía por él.- Irá con vosotros, le van a buscar Universidad allí.
- Gracias jefe-. Sonreí tranquila.


Y allí estábamos a principio de Diciembre con todo preparado, desde el libro de familia, fotos de la supuesta boda hasta los anillos de casados, eso había sido la puntilla y Manuel se había reído de mí en cuanto llegue a casa con él en el dedo.

- ¿Cuándo te has casado hermanita?-. Pregunto riendo a carcajadas.
- Esta tarde-. No era mentira, la tarde anterior se habían terminado de arreglar los papeles con las nuevas identidades, y yo había reído encantada con mi nuevo nombre.

La idea del señor Peter era muy sencilla, Robert se tenía que interesar por los negocios de Gonzalo Rico, también tenía que dejar caer que quería invertir algún dinero y para poder entablar conversación con él y hacerse su ‘’amigo’’ debíamos ser invitados a una fiesta importante de Navidad que daba ese hombre todos los años en su mansión, todo eso era sencillo pues nuestras nuevas identidades nos ayudaban. En realidad todo estaba a nuestro favor, Robert hablaba un perfecto español, como si fuera del país, yo gracias a Dios y a mí madre también lo hablaba muy bien.

- Hemos llegado cariño-. Robert se empezó a reír de mí en el momento que la puerta de casa se cerró detrás de él.
- ¿Vas a estar mucho tiempo con la broma?-. Puse los brazos en jarra y lo encaré.
- Valla, valla, no llevamos ni tres horas en España y ya se te ha pegado la furia española-. Robert se acercaba a mí lentamente.
- Te recuerdo que la llevo en la sangre-. Levante la cabeza orgullosa y reímos a carcajadas.- Vamos a dejarnos de tonterías. Manuel, ven.

Una vez sentados en el sofá de nuestra nueva casa, le explique a mi hermano todo lo que necesitaba saber, que mi nombre ahora era Rosa, que Robert se llamaba Alejandro y que él seguía siendo Manuel, en España no tenían constancia de su existencia, así que podía conservar su nombre, pero no su parentesco conmigo, tenía que ser hermano de Robert, el parecido con Robert le venía bien, y es que Manuel había sacado los rasgos rubios de mi madre y sus ojos azules.

- ¿Todo claro?-. Miré a ambos hombres y ellos asintieron.- Perfecto.

Las semanas siguientes pasaron muy rápido, yo me dedicaba a averiguar cómo vivía Gonzalo Rico y Robert se metía poco a poco en el círculo de sus íntimos. España a mi parecer era un país un poco machista y eso me dio ventaja, porque por muy sagaces que fueran los hombres, ninguno sospechaba, decían que las caras bonitas como la mía solo servían de adorno, a Dios gracias después de todo.

La gran noche llegó, estábamos a las puertas y yo por fin le pondría cara al asesino de mis padres, en ocasiones pensaba que ese trabajo no era para mí, que me dominaría los sentimientos, que todos mis entrenamientos serían en vano y no conseguiría mi objetivo. Me decante por un vestido rojo, para capear lo que se me venía como los toreros, con toda la espalda descubierta y una gran raja que empezaba en la mitad de mi muslo. Un bolso de mano verdes, unos pendientes de esmeraldas y unos zapatos verdes completaban mi look. A mi entender hacía referencia a mi nombre y mi apodo, quería reírme en la cara de mis enemigos.

- Valla Catherine-. Robert exhaló fuertemente.- Estas impresionante, verdaderamente pareces una rosa-. Dijo con una sonrisa.
- Estas muy guapa hermanita-. Coincidió Manuel y lo mire enfadad.- Perdón, Rosa-. Murmuro resignado y fui a darle un beso.
- Ten cuidado ¿vale?-. Le acaricie la cara.- Te quiero.

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