- Vamos que si-. Dijo Juan riendo.
- Sí, que para espantar novios no va a dar abasto-. Sonreía Sergio ante la mirada de Candela, que cambiaba por segundos de tímida a distante.
- ¡Bah!-. Julio hizo un gesto con la mano quitando importancia.- Candela no quiere novio ¿verdad?
- Verdad-. Candela por fin se pronuncio. Mientras todos reían, Sergio se quedo pensando.
- Entonces, ¿el chico moreno de gafas?-. La pregunta que Sergio pensaba salió de la boca de su madre.
- Carlos es un amigo-. Candela volvió a levantar la vista.
- Más que un amigo, Candela-. Inquirió Juan.- Carlos se ha portado con mi hija como un hermano y nunca le ha faltado al respeto, en mi casa es como un hijo, y viceversa-. Finalizo Juan orgulloso del amigo de su hija.
- Bueno, nos tenemos que ir. Hasta luego-. Lydia se despidió y todos caminaron. Sergio sonreía para sus adentros.
La mocosa no tiene novio, es bueno saberlo pensaba Sergio. Varios días después Candela se quejaba del calor.
- A ver si nos ponen ya la cocina, esto es un tormento-. Hablaba con su madre mientras abría la puerta de la calle.
- Candela guapa-. Toñi llamo su atención.- ¿Me podrías hacer unas magdalenas de las tuyas y una tarta?-. Sonrió.
Candela hacia unas magdalenas con moño, como decía ella que estaban riquísimas y unas tartas para morir también, en su bloque acostumbraban a encargarle a ella algunas cosas así, como galletas, tartas, magdalenas, etc. Siempre sorprendían y daban muy buen resultado en las celebraciones de cada casa.
- Todavía no han terminado de poner la cocina Toñi, ¿te corre prisa?-. Candela la miro.
Candela empezó con la repostería hacia un año y medio, la psicóloga le recomendó que se mantuviera ocupada con algo y después de trabajar como voluntaria en el hospital llevando sonrisas a los niños ingresados y alegrándoles el día a los adultos pensó en la repostería. Siempre le había gustado la cocina así que se lanzo con el dulce, y no lo hacía nada mal, se sacaba hasta un dinerito para sus cosas.
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