- Buenos días tesoro-. La voz de su padre hizo sonreír a Candela.- ¿Qué tal has dormido?
- Bien papá-. Le dio un beso y cogió leche para desayunar.
- Esta noche has estado muy inquieta ¿no?-. Le lanzo una mirada.- ¿Tiene algo que ver con Rafa?
Candela casi se atraganto con el desayuno, no recordaba que su padre tenía un sueño ligero desde que ella era pequeña y que se había agravado iba a hacer tres años.
- No era nada papá, solo se me metió una idea en la cabeza, ya sabes cómo soy-. Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.
- Si, una luchadora incansable, que cuando se le mete algo en la cabeza no para hasta dar con la tecla-. Rió Juan.
Estaba muy orgulloso de sus hijos, pero Candela era el amor de su vida, la quiso desde mucho antes de nacer. Cuando Lydia le anuncio que esperaban una niña Juan saltó de alegría, siempre había querido una niña, una niña con la sonrisa y los ojos de su madre, pero Candela rompió esquemas y a los veinte años era muchísimo más guapa que su madre a la misma edad. A parte de valiente y luchadora, era generosa y buena con los demás y con ella los malos momentos siempre eran más llevaderos.
La mañana paso rápido, Candela había quedado con sus primos para ir a la piscina y cuando llegaba a casa, Sergio salía.
- ¡Hola!-. Saludo Sergio.
- Hola-. Susurro Candela sin querer mirarlo mientras entraba.
- Espera por favor-. Sergio le agarro el brazo.- Quiero que hablemos de lo que paso anoche-. La miro.
- Ahora no puedo, me esperan para comer-. Al notar su mirada lo miro a los ojos.
- Vamos a vernos esta tarde, por favor-. Pidió.
Candela se quedo mirando los ojos negro de Sergio, había algo en ellos que no había visto los últimos días, y eso que ella siempre procuraba mirar a los ojos, no era un chica tímida y siempre miraba a sus interlocutores a los ojos. Pero los de Sergio tenían algo nuevo, una chispa que no sabía cómo definir.
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