- Gracias-. Dijo Candela mientras se ponía el cinturón.- Pensaba ir en patera, pero se me ha olvidado-. Ambos rieron.
- ¿Cómo no llevas paraguas?-. La miro intrigado.
- Odio los paraguas-. Declaro.- Son un incordio ¿no te parece?-. La sonrisa de Candela iluminó la fea tarde.
- Pero son necesarios-. Rió Hugo.
- La mayoría de las veces no lo son-. Sentencio riendo.
- Eres muy apasionada en tus debates, y tienes don de palabra, me lo habían comentado. Pero ahora puedo afirmarlo-. La miro de reojo y sonrió.- Bueno y ¿qué te parecen mis clases?
- Me gustan mucho-. Se miraron cuando el semáforo se puso en rojo.- Se nota que te gusta tu profesión, y la química-. Sonrió.
- A ti también se te nota, se nota que te gusta mucho-. Hugo siguió conduciendo.
- Hugo-. Llamo su atención.- ¿Por qué no me has preguntado donde vivo?-. Dijo seria.
- Te diría que soy un pervertido sexual, que tuve intenciones poco caballerosas contigo, que me obsesione tanto contigo que cotillee tu ficha escolar para saber donde vivías-. La miro igual de serio.- Pero la realidad es que, te vi de casualidad un día-. Volvió a reír ante la ceja enarcada de ella-. Eres muy observadora, seguro que te lo han dicho.
- Si, muchas veces-. Se miraron otra vez-. Y si, me gusta mucho la química, es una de mis pasiones.
- Ha llegado a su parada señorita, son 5.95€-. Soltaron una carcajada.
- Sabes que señorita ya no lo recoge el diccionario con su significado de antes ¿no?-. Dijo Candela mientras abría la puerta.- Gracias Hugo, te debo una.
- Candela ¿qué haces aquí?-. La voz de Sergio llego a sus espaldas.
- Sergio, cariño-. Candela se volvió con una sonrisa y se colgó de su cuello.- Sergio, él es Hugo mi profe. Hugo, él es Sergio mi novio-. Sergio sonrió satisfecho y ambos chicos se saludaron cordialmente.
- Nos vemos mañana Hugo-. Se despidió la chica.
- Adiós Candela-. Dijo Hugo arrancando el coche después de que ella cerrara la puerta.
- ¿Te trae todos los días?-. Pregunto Sergio.
- ¿No me vas a dar un beso?-. Se pego más a él y se besaron profundamente, haciendo olvidar a ambos que estaban en plena calle y con la lluvia cayendo cada vez más fuerte. Solo la necesidad de respirar los separo.
- Candela, mi Candela-. Le acaricio el pelo mojado.- Vamos a casa, allí te seguiré besando hasta que pierdas la noción del tiempo-. Con una sonrisa en los labios, por la promesa de más besos Candela y Sergio entraron en el portal.
Una vez en casa, secos y acurrucados Sergio no se olvidaba de Hugo, había instantes en que se olvidaba de lo que pasaba pues Candela lo estaba besando con la misma intensidad de momentos antes, pero ahí estaban otra vez, esos celos tontos.
- Mi amor-. Sergio se separo un poco.- No me has respondido-. Dijo dándole besito por la cara para quitar importancia, mientras la abrazaba por la cintura.
- ¿A qué tesoro?-. Candela estaba recostada encima de Sergio, con la cabeza en el hueco de su cuello, con los ojos cerrados disfrutaba del momento y le acariciaba los brazos.
- Tu profesor, ¿te trae todos los días?-. Pregunto sin rodeos y se mordió la lengua.
Había intentado contenerse, pero era imposible, necesitaba escuchar de la boca de Candela que estaba equivocado, que era la primera vez o que no lo era, pero que al menos se lo contara.
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