El viaje había sido todo un éxito, reconocía Sergio cando viajaban de vuelta, con la cabeza de Candela apoyada en su brazo. Llevaba dormida un rato y él no había dejado de mirarla en todo ese tiempo. Sonrió, estaba tan guapa cuando dormía pero, haberla visto dormir en sus brazos, en la cama que habían compartido había sido más bonito todavía. Cerró los ojos y recordó la segunda noche en Londres.
Después de haber visitado la Torre de Londres, el Puente de la Torre, el cambio de guardia en Buckingham Place y dar un paseo por Notting Hill, disfrutaron de una rica cena. Cuando volvieron al hotel ambos se dieron una ducha y en el momento en que Sergio salía se encontró con una provocativa Candela, vestida con un conjunto negro para bailar la danza del vientre.
- No-. Dijo Candela cuando la mano de Sergio estuvo a punto de posarse en su cadera.- No puedes tocarme-. Sonrió mientras se apartaba.- Siéntate-. Ordeno pasando por detrás de él para poner música.
Una música enigmática envolvió el ambiente en pocos segundos y Candela apareció por su espalda, moviendo la cadera de un lado a otro. No podía quitarle la vista de encima, y miro detalladamente cada movimiento de la chica. Parte de su rostro estaba cubierto por un delicado velo negro, que en uno de los giros fue retirado sutilmente por sus manos, que seguían otros movimientos. Era un baile muy provocativo, pues Candela se acercaba a él al máximo y cuando Sergio estaba confiado de poder tocarla, ella ponía el velo entre ellos y se contoneaba sugerentemente.
Sergio ansiaba tocar a Candela, y cuando por fin lo hizo la piel de ella ardía bajo su mano, en ese momento recordó todas las advertencias acerca de la cálida piel de Candela y no la dejo escapar en toda la noche. Cuando terminaron Candela se había quedado dormida abrazada a él, intento taparla, pero ella, segundos después estiro una de sus largas piernas y la enrollo en las sábanas. Se abrazó fuerte a Candela y disfruto del calor que irradiaba su piel.
- Candela, estamos llegando amor-. Sergio le susurro en el oído y luego le dio un beso ligero.
- Mmm…-. Gimió cansadamente Candela.- Estoy muerta-. Dijo abriendo los ojos con dificultad.- ¿He dormido mucho?
- Un poco-. Sergio la miro sonriendo.
- ¿He roncado?-. Ambos rieron.
- Cada vez que lo hacías te daba un beso-. Declaro Sergio.
- ¿Para qué?-. Candela no lo entendía.
- Para evitar la vergüenza, la primera vez la azafata vino asustada-. Sergio la miraba serio.- ¡Bah!-. Agito la mano.- no has roncado nada, te he besado cada vez que he querido.- Volvieron a reír.- Te veo tan vulnerable cuando duermes.- Le dio un beso en la sien.
- Tú también roncas-. Dijo Candela con una gran sonrisa.- Ayer te dormiste antes que yo, era mi turno de mirarte dormir-. Le dio un beso.- Pareces un niño cuando duermes.
- Mejor no hablemos de edades, aún tengo complejo-. Rió.-Que en Londres me confundieran con tu hermano me lo he tomado a guasa, pero que aquella señora dijera que era tu padre-. La miro.
- No, por Dios-. Candela recordó la escena y se agarro las costillas para reír.- Comprende que la señora, era muy mayor ya. A parte no se la veía en su sano juicio.
Después de llegar a casa, los padres de Sergio y los suyos estaban esperándolos en casa de Candela, así que después de contar las maravillas de Londres entregaron a sus padres los regalos que habían comprado, una pipa de fumar tipo Sherlock Holmes para Juan y Pedro, una tetera con taza para Lydia, un bolso con la bandera para Toñi, una sudadera para Julio, imanes para nevera, llaveros para repartir, una taza para ella y otra para Sergio, una camiseta para Sergio y otra para ella y dos sudaderas iguales, una para Sergio y otra para ella. También se compro una mochila. La verdad se había dejado una pasta en compras, pero llevaba ahorrando mucho tiempo para ir a Londres, tanto que le había sobrado dinero.
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