6 de junio de 2014

Capítulo 4...

Tiempo para el ocio, ojala estuviera matada a trabajar. Desde que empezó la misión de investigar a Gonzalo Rico había estado tanto tiempo sin hacer nada que no me parecía justo que me pagaran lo que me pagaban, pero en fin. Después de llegar a casa y ponerme el pijama, Robert me contó todo lo concerniente a Gonzalo Rico, yo a su vez le dije lo que había hablado esa noche con Aurora, su mujer.

- Lo has dejado impresionado-. Comento Robert.
- Pues no veo motivos-. Me encogí de hombros sin saber.
- Nos ha invitado a jugar al tenis-. Sonrió.
- ¿Desde cuándo jugamos al tenis?-. No daba crédito, esto pasaba de castaño oscuro. Se nos iba a notar a leguas que éramos unos negados.
- Tranquila-. Me toco el brazo.- Es una invitación mmm…-. Robert buscaba una palabra para definir la invitación.
- ¿Informal?-. Lo ayude y él asintió.- Tienes razón, no veo a Aurora jugando al tenis-. Reí.
- Yo a Gonzalo lo veo más de entrenador-. Dijo Robert uniéndose a mi risa.- Por cierto ¿Quién era el hombre con el que hablabas en el jardín?-. La risa se detuvo y me miro fijamente.
- No te pongas celoso cariño-. Lo mire coquetamente y le di un golpecito en la nariz con el dedo.- No sé quien es, pero tranquilo interprete mi papel-. Me picaba la cabeza.- Decía que me había observado toda la noche-. Mire a Robert.
- ¿Crees que puede ser un hombre de Rico?-. La preocupación brillo en los ojos de Robert.
- No, seguro que estaba intentando llevarse a alguien a la cama-. Moví la mano para restarle importancia al asunto.
- Cathe-. Robert me cogió la mano.- Esta noche has estado muy bien-. Se levanto y me dio un beso en la frente.- Buenas noches.
- Gracias Robert-. Sonreí y le apreté la mano.- Descansa.

Esa noche dormí fatal, el desconocido de ojos chocolate me miraba en sueños, se acerba a mí como una pantera y yo no trataba de huir, me estaba volviendo loca. Quizás era el cambio de horario, de clima, en España brillaba mucho el sol y yo estaba acostumbrada a la niebla, las lluvias y las prendas abrigadas. Era pleno Diciembre y yo iba por casa en bragas y camiseta ancha. Por la mañana Robert y yo desayunamos con Manuel y decidimos llevarlo a dar una vuelta, el pobre apenas salía y también merecía divertirse.


España era fantástica, la gente era alegre y bulliciosa, no había malas caras, los cantes eran habituales en las calles y hasta los bailes, una oleada de añoranza golpeo mi corazón y miré al cielo. Los momentos en que recordaba a mis padres eran todavía duros para mí, los echaba mucho de menos y pensaba que si no hubieran muerto yo no estaría en España, persiguiendo a su asesino porque amenaza la paz de Inglaterra. Cuando lo pensaba seriamente me daban ganas de reír, mi vida parecía una novela. Decidimos comer fuera y después volvimos a casa a prepararnos para ‘’jugar’’ al tenis.

Tal como Robert y yo habíamos supuesto en casa de Gonzalo no jugó al tenis ni el apuntador, básicamente nos sentarnos en el jardín, hablamos de tonterías y tomamos café, para esa ocasión yo quise pecar de tonta y me coloqué un vestido de lo más deportivo, perfecto para jugar al tenis. Gracias a Dios a Aurora se le ocurrió enseñarme la casa, buenos las partes que no conocía.

- Tienes un gusto exquisito Aurora-. Le sonreí a la mujer que estaba empeñada en contarme la historia de cada adorno.
- Gracias querida-. Palmeo mi mano.- La mayoría son cosas traídas de nuestros viajes.
- Valla-. Verdaderamente estaba sorprendida.- Han viajado mucho.
- Un poco-. Dijo una voz a mi espalda, y sentí una sensación familiar en la columna.- Pero mi padre apenas nos acompaña, es un hombre ocupado.

En el momento de girarme y encontrarme cara a cara con el hombre de ojos color chocolate me permití la licencia de sorprenderme, pero solo interiormente. ¿Qué hacía allí? ¿Seguía observándome? A lo mejor Robert tenía razón y era un espía puesto por Rico, pero no me encajaba porque nadie sabía de esta misión, solo Robert, el señor Peter, algunos de su confianza y yo.

- David, tesoro-. Aurora avanzo hacía el hombre.- Creía que estabas en tu casa.
- He venido a por unos libros-. Sonrió y me miro.- Encantado de volver a verte Rosa.
- ¿Ya os conocéis?-. Aurora debió poner la misma cara que yo.
- Se puede decir que sí-. Volvió a mirarme con una sonrisa que no supe como calificar. Tenía que salir de allí.
- Entonces vete con ella y enséñale la biblioteca-. Comento Aurora y yo me hice pequeña por segundos.
- Por supuesto-. La mirada de David brillo.- Vamos Rosa, te enseñaré los libros-.Puso su mano en mi hombro y me empujo levemente.


Mi mente se tranquilizo cuando Aurora dijo en la misma frase David y tesoro, eso no podía significar más que era su hijo, su sobrino o algún familiar, aunque la tranquilidad duró el momento de que ella propuso que David me enseñara la biblioteca y ya las miraditas de él me mataron, tenía que hacer algo. Ya estaba dentro de la estancia, así que sacaría provecho, investigando un poco. Ahora que lo pensaba ¿tanto me había impresionado la noche anterior que no vi el parecido con Aurora? Simplemente eran dos gotas de agua, como decía mi madre con respecto a mi padre y a mí. El pelo, los ojos, detalles que a cualquiera se le podían pasar por alto, pero a mí no.

- Qué casualidad tan agradable-. Dijo David nada más entrar en la biblioteca.
- Se puede decir que sí-. Sonreí y me miro al escuchar que imitaba sus palabras. Giro y busco un libro por las estanterías, alcancé a leer el titulo.- ¿Eres abogado?-. Por un lado me parecía raro, pero por otro comprendí que seguramente le llevaba los asuntos turbios a su padre.
- Soy juez, Rosa-. Me miro sonriendo.
- ¿Corrupto?-. No pude evitar la pregunta, muy limpio no podía estar. Su sonrisa me heló la sangre.

No podía ser que Gonzalo Rico tuviera un hijo juez y estuviera tan libre, algo no me cuadraba del todo. Por supuesto, sus negocios eran una tapadera, no podía ser de otra forma. Pero seguro que su hijito recibía una muy buena suma por hacer la vista gorda a algunas llamadas de atención sobre su padre.

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