- Me alegro mucho.- Sonrió ella.
- Gracias, este ha sido uno de mis mejores cumpleaños-. Sergio la miro.
- Gracias a ti por invitarme y formar parte de él.
- Ven conmigo, quiero que hablemos-. Dijo cogiéndola de la mano para subir el tramo de escaleras que quedaba para subir a la azotea. Se sentó en el escalón y la invito a que se sentara con él.- Como has crecido…- La miro a los ojos intensamente.
- Lo normal en los seres humanos, crecemos desde niños hasta ser adultos-. Candela sonreía pero no entendía a donde iba esta conversación y mucho menos a que venía.- Tú también has cambiado.
- ¿Qué edad tienes?
- Cumpliré los veintiuno en noviembre-. Lo miro.
- Hoy me he acordado de esa niña de grandes ojos marrones que quería casarse conmigo-. Sonrió ante la sorpresa de Candela.
¿Se acordaba de esa escena? Si hacía mil años de eso, casi no se acordaba ni ella, si no fuera porque su abuela lo recordaba cada vez que hablaba de lo graciosa que era ella de pequeña lo habría olvidado.
- ¿Te acuerdas de eso?-. Él asintió con una sonrisa.- Recuerdo que me dijiste que me esperarías-. Ahora el sorprendido era Sergio.
Tenía razón, pero como la iba a esperar, ella era una cría. Trece años de diferencia era mucho, y si llevándose dos años con su ex-mujer había sido un desastre como no lo iba a ser con una cría de veinte años.
- A lo mejor me hubiera ido mejor contigo-. Candela no daba crédito a lo que oía y tuvo que parpadear para ver si era verdad que Sergio le estaba cogiendo la mano y se la llevaba a los labios para darle un beso.- Pero eres una niña, yo acabo de cumplir treinta y cuatro años.
- Entonces, ¿a qué viene todo esto?-. La sorpresa la dejo bloqueada, pero no muda.
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